Soy persona de letras y que las profeso : Francisco de Ávila y la cultura libresca de su tiempo

Descripción del Articulo

«Soy persona de letras y que las profeso, y me precio de ellas». En estos términos se definía Francisco de Ávila en una carta al rey, suscrita el 30 de abril de 1610, en la que protestaba debido a que su candidatura a la canonjía penitenciaria de la Catedral de Lima había sido objetada por el cabild...

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Detalles Bibliográficos
Autor: Guibovich Pérez, Pedro
Formato: capítulo de libro
Fecha de Publicación:2024
Institución:Pontificia Universidad Católica del Perú
Repositorio:PUCP-Institucional
Lenguaje:español
OAI Identifier:oai:repositorio.pucp.edu.pe:20.500.14657/203657
Enlace del recurso:https://hdl.handle.net/20.500.14657/203657
Nivel de acceso:acceso embargado
Materia:Intelectuales
Libreros y librerías
https://purl.org/pe-repo/ocde/ford#5.04.03
Descripción
Sumario:«Soy persona de letras y que las profeso, y me precio de ellas». En estos términos se definía Francisco de Ávila en una carta al rey, suscrita el 30 de abril de 1610, en la que protestaba debido a que su candidatura a la canonjía penitenciaria de la Catedral de Lima había sido objetada por el cabildo eclesiástico con el argumento de que se trataba de un expósito (Duviols, 1966, p. 32). En el mundo colonial, la obtención de una canonjía era la máxima aspiración de muchos miembros del clero secular, ya que constituía la culminación de una exitosa carrera eclesiástica. Otros extirpadores de la idolatría, como Cristóbal de Albornoz y Hernando de Avendaño también habían postulado a integrar cabildos catedralicios y, en abono de sus pretensiones, habían aducido como principal mérito su participación en las campañas de extirpación. Ávila, sin embargo, en su escrito al monarca, además de destacar su protagonismo en la represión de los cultos nativos y su ejercicio como cura de indios, señalaba—a diferencia de Albornoz y Avendaño—ser «doctor en cánones por esta Universidad donde fui graduado rigurosamente, examinado y aprobado, habiendo estudiado siempre con extrema pobreza y no más ayuda de la de Dios que fue servido de alimentarme» (Duviols, 1966, p. 32). Por añadidura, Ávila tuvo una obra variada, impresa y manuscrita, y una excepcional colección de libros. En conjunto, ellos muestran que se trató de un hombre familiarizado con la cultura libresca de su tiempo y consciente de la importancia que ello podía reportar socialmente.
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