Hay un camino abierto para quienes, desde su imaginario, viran hacia la realidad social y se reconocen como ciudadanas y ciudadanos que -además de la vorágine del psiquismo personal y de toda marca de identidad innegablemente desbordada en cada acto y silencio de creación artística- deben optar o por coadyuvar a un cambio social positivo o por la indiferencia que nos vuelve cómplices, en una injusticia pasiva, de todo aquello que hace al género humano menos humano.

El arte de lo que va de moda -porque es un arte de lo que va de moda lo que se está viviendo- va a ser suplantado por otra oda que probablemente disgregue, nos separe y ponga jerarquías de arte otra vez. Parece que hablar de arte contemporáneo como algo más podría disgregar más o seguir apoyando las jerarquías del arte contemporáneo como de algo para gente de clase alta, y el arte social como arte de clase media baja.