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artículo
Sin entrar en los pormenores de un trabajo de campo prolongado, solo quiero aventurarme a una intuición que guía el presente escrito: los objetos —inertes o biovivos— son una multiplicidad que emerge y se hunde en atributos y propiedades que surgen de los paisajes que los engarzan. Aquí solo pretendo reflexionar sobre la experiencia de investigar dentro de un cementerio y, como corolario de esto, poner el foco de atención sobre los modos que adquiere —en campo— el cuerpo del investigador.
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